jueves, 10 de septiembre de 2020

Punto y coma

05/06/2018
"Es bastante inquietante cómo se sienten los demás. Se preocupan y sufren y ya no sé qué hacer. Fingir estar bien no es solución pero tampoco hay solución en decirle a los demás, agrega peso en ellos, agrega peso en mí. Quieren respuestas que yo no tengo. Tal vez si no estuviera aquí estarían mejor. El peso del mundo me entierra." 


Hace poco encontré una libreta en la que yo escribía cuando empecé la etapa más difícil de mi vida. El párrafo anterior está escrito en esa libreta. 
Hoy es el Día Mundial de la Prevención de Suicidio y quiero contarles mi historia.


Mi primer ataque de pánico sucedió cuando yo tenía 12 años, la primera vez que pensé en la muerte. El segundo sucedió cuando yo tenía 16 y falleció mi padrino. Después de que falleció mi padrino pensé por primera vez que ya no quería vivir. Después de esos sucesos detecté que el tema de la muerte era uno que me causaba mucha angustia. Mi muerte y la de la gente que amo. Durante los próximos años ocasionalmente sentía mucha ansiedad por el tema, pero rápidamente lo olvidaba, pero llegó el momento en que ya no podía olvidarlo.

Finales del 2017 e inicios del 2018. Los ataques de pánico empezaron a hacerse constantes. Primero eran 4 ataques de pánico a la semana y llegó a 10 ataques de pánico al día. A la ansiedad la acompañaron la depresión y la desesperanza. ¿Para qué estudiar si voy a morir?, ¿para qué tener amistades si se pueden ir?, ¿para qué intentarlo?, ¿para qué vivir si me voy a morir? 

Le conté de mis ataques de pánico algunas amistades, a mi pareja de ese momento y a mi familia. Las respuestas eran: 
- ¿Por qué? Si lo tienes todo en la vida.
- A mi también me ha pasado, también tengo ansiedad. Te recomiendo meditar, pensar en otras cosas.
- Verás que pronto se te pasa.

Poco a poco me iba sintiendo más sola. Meditar no funcionaba. Las cosas no pasaron pronto. Pensar en que tenía todo en la vida sólo me hacía sentir culpable por sentirme mal. 
Al principio los ataques de pánico eran provocados por el miedo a morir. Después, eran provocados por el miedo a tener ataques de pánico. Finalmente, los ataques de pánico surgían cuando me daba miedo pensar que TODA MI VIDA estaría rodeada de miedo.

Poco a poco, mis días se nublaban y mi mente se empezó a apagar. Dejé de ver colores, en serio, todo era gris. Dejé de sentir, en parte algo del miedo pero también todas las sensaciones positivas. Yo no tenía control sobre mi vida, sólo la veía pasar, era sólo una pasajera de un cuerpo que se movía solo. 

Empecé a vivir en automático. Mis relaciones ya no se sentían importantes y mi vida cada vez perdía más sentido. Entonces, un día, mientras manejaba, choqué. No fue grave. Fue contra un poste; pero en ese momento sentí algo. Por unos segundos volví a ver colores. Diría que ese choque me despertó y volví a sentir miedo y me di cuenta que extrañaba sentir. Llegué a mi casa y le dije a mis papás: ya no puedo, necesito su ayuda, me quiero matar.

Tuve la fortuna que en ese momento mis papás me tomaron en serio. Buscamos ayuda. Empecé terapia y un tratamiento médico. Mi psicóloga me preguntó en terapia: ¿cuánto tiempo te gustaría vivir?, y yo le dije: me gustaría vivir hasta ser muy viejita, pero si me sigo sintiendo como me estoy sintiendo, no quiero vivir mucho más. La recuperación fue difícil, larga y tediosa. En ocasiones pensaba que era más fácil rendirme al impulso de la muerte que continuar intentando, me quería rendir, pero poco a poco volví a sentirme feliz, mis conexiones volvieron a ser reales y volví a soñar con el futuro. Con cada logro recuperaba parte de mi identidad, y crecieron las ganas de lograr más. 

Empecé a tener conductas y actividades positivas y me alejé de las personas y actitudes que me dañaban e impedían mi recuperación. Me mantuve en mi rutina de terapia y tratamiento aunque a veces no veía propósito. Conforme mi vida cambiaba, yo también, o tal vez, yo cambiaba y con eso mi vida. Lo que fuera, las cosas mejoraban. 

Julio 2019, un año y medio después, terminé de depurar mi vida de circunstancias y personas que seguían siendo factores de ansiedad constante. Mi anterior relación, un servicio social donde constantemente se utilizaba en mi contra mi enfermedad mental, hábitos alimenticios consecuencia de mi baja autoestima. Todo eso se quedó atrás. Después de eso, en septiembre del 2019, dejé de tomar medicamentos. 

Hoy, 10 de septiembre del 2020, Día Mundial de la Prevención del Suicidio, puedo decir que ya no tengo pensamientos suicidas. Que la ansiedad y la depresión, aunque aun no han desaparecido, ya no controlan mis pensamientos, decisiones y acciones. No voy a mentir, en ocasiones me siento muy mal, no me siento siempre segura sobre si lo voy a lograr, me da miedo volver a caer, pero, ya no me planteo si quiero seguir viva. Ahora sé que quiero y que vale la pena. 

Comparto esto que es muy personal porque ya estoy lista. Si alguien que está teniendo pensamientos suicidas en este momento, lee mi texto, quiero decirte: yo sé que no es fácil, que el miedo es real, más real de lo que cualquier persona se puede imaginar, que la soledad se siente aun cuando hay mucha gente alrededor, pero a pesar de todo eso, sí se puede, es un trabajo pesado y arduo y no sé si yo ya salí completamente de ese hoyo pero me siento mejor que hace dos años y yo sé que tú igual puedes. En el mundo hay ayuda. En la terapia, en la familia, en las amistades y hasta en la gente desconocida. Cuando sentimos que carecemos de apoyo en algún lado, hay otro lugar dispuesto a ser pilar. 



No le pongas punto final a tu historia. Tampoco ignores lo que estás viviendo. Haz punto y coma. 

Canciones sobre prevención de suicidio (están adjuntos los links)

Les dejo algunos lugares donde pueden acudir por ayuda o que pueden compartir a otras personas. Están adjuntos los links.


Les comparto mis tatuajes a raíz de lo que les conté:
Mi perro, con coronas de laurel alrededor: adopté a mi perro cuando estaba teniendo ataques de pánico todos los días. Siempre he considerado que nos salvamos mutuamente. Mi perrito sufrió de pequeño y cuando fue rescatado estuvo en varias familias, yo le conseguí un hogar permanente con gente que lo ama y lo cuidará para siempre. Él me dio a mi un compañero, un amigo. Cuidarlo y quererlo me motivaron a seguir viviendo. 



Un punto y una coma (con forma de laurel): para representar ese final que contemplé para mi vida pero la coma que decidí ponerle para continuar mi historia. Es un símbolo común para representar que se sobrevivió a las ideas e intentos de suicidas. Me ha sucedido que personas reconocen mi tatuaje y, al saber su significado, me comparten su tatuaje (si es que tienen) y sus experiencias. Creamos diálogo y apoyo.