martes, 10 de noviembre de 2020

Muerte a nosotros.

Sigo pensando en todo lo que estuvo mal pero sigo sin poder detectar el punto sin retorno. ¿Fue el primer beso?, ¿la primera salida?, ¿fue, acaso, el primer límite?, ¿el primer te amo?, o tal vez fue desde el primer instante que nos vimos. 
Es difícil ver que a pesar de ser una historia la que vivíamos, existían en ella dos versiones completamente diferentes. 
Existía mi versión: en mi versión de la historia tú me cuidabas y yo te cuidaba. En mi versión de la historia nos decíamos la verdad y éramos responsables con los sentimientos del otro.  En mi versión de la historia existe el amor libre, el amor que decide estar, de cariño, de cuidado, de responsabilidad y de respeto. 
Existía tu versión: en tu versión de la historia tú no tenías responsabilidad en lo que sucedía. En tu versión no había problema con dar otros besos, dar otros te quiero, a otras personas. En tu versión de la historia los acuerdos no se respetaban y las cosas no se hablaban. En tu versión de la historia no era nuestra historia. En tu versión de la historia existe la libertad personal sin pensar en el otro, el amor no decide estar porque el amor no existe, el amor se cambia por diversión y buenos ratos, una versión de satisfacción y placer. 

Si tu versión de la historia es la que debimos haber seguido o si mi versión de la historia tenía que ser la guía, nunca lo sabré. Lo que sé ahora es que cada uno vivía esto de una manera distinta y contraproducente. Que tú vivías de una manera que me lastimaba y yo vivía de una manera que tú no querías. 

Me siento aquí, en silencio, preguntándome si alguna vez nuestras historias coincidieron. Si en algún momento te pusiste en mis zapatos. Claramente yo no en los tuyos, porque ni sabía de esos zapatos. 
Me cuestiono si nuestra historia alguna vez fue real o si sólo fue un pequeño cuento, de esos para enseñarle a lxs niñxs una lección. 
¿Cuál habrá sido la lección que tenemos que aprender?, 
Tal vez yo aprendí que sin importar cuánto dé y cuánto ponga, nada en la vida me asegura que se me regrese. Confirmé que no estoy loca, que mis intuiciones, pensamientos y sentimientos son completamente válidos y que no sólo tengo el derecho a que me escuchen sino que me tengo que escuchar a mi misma. Aprendí que hay que hacer caso a lo que nos rodea, aprender a escuchar, aprender a ver, a detectar. Aprendí, de nuevo, que la gente miente y no lo aprendí desde una perspectiva pesimista de "todos mienten", sino que a veces me tengo que recordar a mi misma que estas mentiras no tienen que ver conmigo, nunca, tienen que ver con quién es cada quien. Aprendí a que tengo que seguir valorándome, hoy más que nunca, que soy fuerte y amable, que sé amar, que sé recibir amor y por lo tanto, tengo todo el derecho a vivir amada de manera responsable, respetuosa, cuidadosa y con cariño. Aprendí (y sigo aprendiendo) que no hay nada malo en mí, que no es mi cuerpo, no son mis sentimientos, no son mis gustos ni mis pensamientos, que no es mi culpa que se prefieran otros cuerpos, otras personas, no es mi culpa que no haya querido soltar o que no me haya querido querer, que aunque no soy perfecta, merezco tanto como soy y como doy. Aprendí que las relaciones se construyen y se acompañan y que no es posible hacerlo sola, que no vale la pena estar en un espacio o lugar donde yo lo dé todo, los cimientos, los acuerdos, las quejas, los sentimientos, el amor, que en las relaciones se da y se recibe lo bueno y lo malo. Finalmente, ahora sé que quiero crear una historia donde no sea la única autora, una historia que, como todas, podrá tener varias versiones pero que estas versiones no sean contrarias, que no se peleen, quiero que estas versiones sean complementarias, que se acompañen y se enriquezcan, donde las partes involucradas queden bien paradas y donde el amor florezca desde la libertad que acompaña el consentimiento, el respeto y la ternura. 

¿Tú que aprendiste?

Te escribo aquí a esto que ya murió. A esta historia que enterré y que no quiero volver a leer. Esta historia que me dejó lecciones y que la única prueba que tengo de que la viví será mi crecimiento, mi vida.
Si algún día lograremos resucitar, si algún lograremos complementarnos y crearnos, si algún día nuestras versiones se acompañarán, si algún día la muerte demuestra no ser para siempre, "si algún día..." yo no sé; lo único que sé es que le doy la bienvenida a la muerte de nosotros, de lo que fuimos y lo que jamás volveremos a ser.