miércoles, 1 de septiembre de 2021

Sentir que mi cuerpo no es mío

Estamos en septiembre. 10 de septiembre es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. El año pasado escribí algo para ese día, para recordar y felicitarme por elegir vivir. Horas después de escribir ese texto, me enteré que mi novio de ese momento, Daniel, me estuvo poniendo el cuerno con 8 mujeres, también encontré otras cosas terroríficas, como que buscaba packs de mujeres, que tenía cuentas secretas para consumir pornografía y que almacenaba fotografías de sus conocidas y amigas en su teléfono sin el consentimiento de ellas, entre muchas otras cosas. 

Recordé esa relación con Daniel y la anterior con Benjamín. Ambos me violaron, hoy lo puedo decir, bueno, apenas y puedo.

Antes de Benjamín yo pensaba que una violación era un evento aislado, no repetitivo. Por eso, durante muchos años pensé que Benjamín sólo había abusado de mi una vez. Esa vez. Él encima de mi, yo llorando, lo logré empujar y a partir de ese día el me decía "me gustó sentirte así, con miedo". Hoy sé que ese evento no fue aislado. Todas las veces que yo le decía que no quería y él se enojaba y me decía que yo ya no lo quería. Las veces que él iniciaba una relación sexual cuando yo ya había dicho que no. Las veces que no dije que no, pero tampoco sí, y pensaba "que esto termine rápido".

Con Daniel la manipulación fue mayor. Él consiguió que yo tuviera relaciones con él mintiéndome. Ahí surgió mi primer dilema. Yo dije que sí, pero porque me engañaron, entonces, ¿qué fue?, ¿es abuso o no? Aun no sé, pero ahí inició la manipulación sexual. Daniel me humillaba. Me decía que no era sexy, pero que con él estaba aprendiendo porque él sí sabía de eso. Si yo fallaba sus "lecciones" me humillaba diciéndome que él ya no quería continuar porque había apagado el asunto. Constantemente veía imágenes de cuerpos desnudos pornográficos, pero me decía que no quería ver mi cuerpo, que no tenía ganas de verme. Me presionaba para consumir marihuana en cantidades excesivas. Se burlaba de mi y me decía cosas como "ni lo hiciste bien, fuma más, no se vale, te la vas a pasar mejor, etcétera". Yo decía no. Él se enojaba. Me reclamaba que no confiaba en él. Yo cedía, él me abrazaba, me decía que me quería, que era hermosa, yo me emocionaba porque normalmente él no hacía esas cosas. Un día le pregunté por qué sólo era así en esas ocasiones y él me respondió "supongo que soy más cariñoso cuando estamos así". Yo sentía que tenía que probarle que yo era sexy, que valía la pena, que así como consumía a otras mujeres podía consumirme a mi. Me duele decirlo. Para mi el sexo se volvió un trabajo para complacerlo a él y que él eligiera seguir conmigo. Al finalizar la relación le dije que no sabía si él había abusado sexualmente de mi o no, él me dijo que él tampoco sabía y si lo hizo, no fue a propósito. Daniel, tus mentiras, humillaciones y manipulación fueron constantes y metódicas para tener relaciones sexuales conmigo en el momento y la manera que tú quisieras, tú sabías lo que hacías.

Aparte de estos abusos sexuales por parte de mis parejas, tuve uno en mi infancia/adolescencia que prefiero por el momento no contar, pero el señor se apellida (apellidaba) Maya. 

Todos estos recuerdos y sentimientos se exacerbaron estas semanas, porque tuve COVID. Y se preguntarán, ¿qué tiene que ver todo esto con el COVID? Volver a sentir que mi cuerpo no es mío. Volver a sentir enojo. Sentir que no puedo decidir.

Mi deseo hoy es sanarme de las secuelas del COVID.

Mi deseo desde hace algún tiempo es el de denunciar legalmente a Daniel y Benjamín por abuso/violación. Lamentablemente, aunque tengo pruebas de la relación abusiva, no tengo pruebas de abuso/violación sexual. No quiero vivir revictimización, culpa, acoso, cosas que no podría soportar. Como dice Rebeca Lane, "quiero contar mi historia, no quiero ser una cifra". Entonces, con este enojo que tengo te digo a ti, mujer que ves esto, cuídate mucho, si sabes de quién hablo, no le creas, no estoy exagerando, no estoy loca, ellos no han cambiado y tampoco abusaron de mi sin "darse cuenta", y sí, sí lo recuerdan y no es la primera vez que lo hacen y yo no soy la única mujer que ha vivido esto a manos de ellos. Mujer que ves esto, los conozcas o no, no estás sola, no es tu culpa, fuiste manipulada y no poseías los recursos para darte cuenta de lo que pasaba, tranquila, aquí estoy, aquí estamos. Finalmente, mensaje a mi cuerpo. Estoy cansada de sobrevivir, estoy cansada de sentir que mi cuerpo no es mío, pero gracias, por seguir sobreviviendo, por seguir respirando, por no dejarme.


Comentario:

Afortunadamente, estoy en un proceso terapéutico y psiquiátrico, que me ha ayudado a recuperar mi poder, recuperar el control de mi vida y mi cuerpo, pero el evento del COVID me llevó a reflexionar sobre todas las veces que he sentido y siento mi cuerpo ajeno. Las últimas semanas han sido de desesperanza, recuerdos intrusivos, ansiedad y reconocimiento de los abusos. Estoy buscando dejar de sobrevivir y empezar a vivir. 


domingo, 9 de mayo de 2021

Disney nos mintió

Seguro ya has escuchado esto y más en estos últimos años, pero voy a empezar con esto:
Disney nos mintió, me mintió


No hay Bibidi Babidi Du.
Desear no es suficiente y no te dará esas zapatillas. Las hermanastras malvadas a veces son las amistades más cercanas. Las madrastras no siempre son malas y la familia no siempre te quiere y no siempre merece respeto.

No funciona sólo sonreír y cantar.
No tengo que aguantar sólo por tener bondad. No tengo que cantar para comunicar mis emociones. Ni ser tierna o hablar con animalitos. No estoy encargada de otorgarle honor a nadie. No tengo que seguir los roles de género. 

No tengo que esperar a que algún día venga mi príncipe.
Mi primer novio no fue el amor de mi vida. El amor no lo puede todo. Las princesas que besan sapos a veces con sapos se quedan. Las princesas no necesitan a un príncipe. Las princesas no siempre son princesas y no tienen por que serlo. Las princesas se enamoran de otras princesas. No hay príncipes perfectos y definitivamente ninguno vale tus sueños ni tu calma.

No hay bella que cambie a una bestia.
Y Bella no tiene que cambiar por ninguna bestia y la bestia no siempre es mala, sólo no suficiente.


Disney nos mintió, a todxs. 

martes, 10 de noviembre de 2020

Muerte a nosotros.

Sigo pensando en todo lo que estuvo mal pero sigo sin poder detectar el punto sin retorno. ¿Fue el primer beso?, ¿la primera salida?, ¿fue, acaso, el primer límite?, ¿el primer te amo?, o tal vez fue desde el primer instante que nos vimos. 
Es difícil ver que a pesar de ser una historia la que vivíamos, existían en ella dos versiones completamente diferentes. 
Existía mi versión: en mi versión de la historia tú me cuidabas y yo te cuidaba. En mi versión de la historia nos decíamos la verdad y éramos responsables con los sentimientos del otro.  En mi versión de la historia existe el amor libre, el amor que decide estar, de cariño, de cuidado, de responsabilidad y de respeto. 
Existía tu versión: en tu versión de la historia tú no tenías responsabilidad en lo que sucedía. En tu versión no había problema con dar otros besos, dar otros te quiero, a otras personas. En tu versión de la historia los acuerdos no se respetaban y las cosas no se hablaban. En tu versión de la historia no era nuestra historia. En tu versión de la historia existe la libertad personal sin pensar en el otro, el amor no decide estar porque el amor no existe, el amor se cambia por diversión y buenos ratos, una versión de satisfacción y placer. 

Si tu versión de la historia es la que debimos haber seguido o si mi versión de la historia tenía que ser la guía, nunca lo sabré. Lo que sé ahora es que cada uno vivía esto de una manera distinta y contraproducente. Que tú vivías de una manera que me lastimaba y yo vivía de una manera que tú no querías. 

Me siento aquí, en silencio, preguntándome si alguna vez nuestras historias coincidieron. Si en algún momento te pusiste en mis zapatos. Claramente yo no en los tuyos, porque ni sabía de esos zapatos. 
Me cuestiono si nuestra historia alguna vez fue real o si sólo fue un pequeño cuento, de esos para enseñarle a lxs niñxs una lección. 
¿Cuál habrá sido la lección que tenemos que aprender?, 
Tal vez yo aprendí que sin importar cuánto dé y cuánto ponga, nada en la vida me asegura que se me regrese. Confirmé que no estoy loca, que mis intuiciones, pensamientos y sentimientos son completamente válidos y que no sólo tengo el derecho a que me escuchen sino que me tengo que escuchar a mi misma. Aprendí que hay que hacer caso a lo que nos rodea, aprender a escuchar, aprender a ver, a detectar. Aprendí, de nuevo, que la gente miente y no lo aprendí desde una perspectiva pesimista de "todos mienten", sino que a veces me tengo que recordar a mi misma que estas mentiras no tienen que ver conmigo, nunca, tienen que ver con quién es cada quien. Aprendí a que tengo que seguir valorándome, hoy más que nunca, que soy fuerte y amable, que sé amar, que sé recibir amor y por lo tanto, tengo todo el derecho a vivir amada de manera responsable, respetuosa, cuidadosa y con cariño. Aprendí (y sigo aprendiendo) que no hay nada malo en mí, que no es mi cuerpo, no son mis sentimientos, no son mis gustos ni mis pensamientos, que no es mi culpa que se prefieran otros cuerpos, otras personas, no es mi culpa que no haya querido soltar o que no me haya querido querer, que aunque no soy perfecta, merezco tanto como soy y como doy. Aprendí que las relaciones se construyen y se acompañan y que no es posible hacerlo sola, que no vale la pena estar en un espacio o lugar donde yo lo dé todo, los cimientos, los acuerdos, las quejas, los sentimientos, el amor, que en las relaciones se da y se recibe lo bueno y lo malo. Finalmente, ahora sé que quiero crear una historia donde no sea la única autora, una historia que, como todas, podrá tener varias versiones pero que estas versiones no sean contrarias, que no se peleen, quiero que estas versiones sean complementarias, que se acompañen y se enriquezcan, donde las partes involucradas queden bien paradas y donde el amor florezca desde la libertad que acompaña el consentimiento, el respeto y la ternura. 

¿Tú que aprendiste?

Te escribo aquí a esto que ya murió. A esta historia que enterré y que no quiero volver a leer. Esta historia que me dejó lecciones y que la única prueba que tengo de que la viví será mi crecimiento, mi vida.
Si algún día lograremos resucitar, si algún lograremos complementarnos y crearnos, si algún día nuestras versiones se acompañarán, si algún día la muerte demuestra no ser para siempre, "si algún día..." yo no sé; lo único que sé es que le doy la bienvenida a la muerte de nosotros, de lo que fuimos y lo que jamás volveremos a ser. 

jueves, 10 de septiembre de 2020

Punto y coma

05/06/2018
"Es bastante inquietante cómo se sienten los demás. Se preocupan y sufren y ya no sé qué hacer. Fingir estar bien no es solución pero tampoco hay solución en decirle a los demás, agrega peso en ellos, agrega peso en mí. Quieren respuestas que yo no tengo. Tal vez si no estuviera aquí estarían mejor. El peso del mundo me entierra." 


Hace poco encontré una libreta en la que yo escribía cuando empecé la etapa más difícil de mi vida. El párrafo anterior está escrito en esa libreta. 
Hoy es el Día Mundial de la Prevención de Suicidio y quiero contarles mi historia.


Mi primer ataque de pánico sucedió cuando yo tenía 12 años, la primera vez que pensé en la muerte. El segundo sucedió cuando yo tenía 16 y falleció mi padrino. Después de que falleció mi padrino pensé por primera vez que ya no quería vivir. Después de esos sucesos detecté que el tema de la muerte era uno que me causaba mucha angustia. Mi muerte y la de la gente que amo. Durante los próximos años ocasionalmente sentía mucha ansiedad por el tema, pero rápidamente lo olvidaba, pero llegó el momento en que ya no podía olvidarlo.

Finales del 2017 e inicios del 2018. Los ataques de pánico empezaron a hacerse constantes. Primero eran 4 ataques de pánico a la semana y llegó a 10 ataques de pánico al día. A la ansiedad la acompañaron la depresión y la desesperanza. ¿Para qué estudiar si voy a morir?, ¿para qué tener amistades si se pueden ir?, ¿para qué intentarlo?, ¿para qué vivir si me voy a morir? 

Le conté de mis ataques de pánico algunas amistades, a mi pareja de ese momento y a mi familia. Las respuestas eran: 
- ¿Por qué? Si lo tienes todo en la vida.
- A mi también me ha pasado, también tengo ansiedad. Te recomiendo meditar, pensar en otras cosas.
- Verás que pronto se te pasa.

Poco a poco me iba sintiendo más sola. Meditar no funcionaba. Las cosas no pasaron pronto. Pensar en que tenía todo en la vida sólo me hacía sentir culpable por sentirme mal. 
Al principio los ataques de pánico eran provocados por el miedo a morir. Después, eran provocados por el miedo a tener ataques de pánico. Finalmente, los ataques de pánico surgían cuando me daba miedo pensar que TODA MI VIDA estaría rodeada de miedo.

Poco a poco, mis días se nublaban y mi mente se empezó a apagar. Dejé de ver colores, en serio, todo era gris. Dejé de sentir, en parte algo del miedo pero también todas las sensaciones positivas. Yo no tenía control sobre mi vida, sólo la veía pasar, era sólo una pasajera de un cuerpo que se movía solo. 

Empecé a vivir en automático. Mis relaciones ya no se sentían importantes y mi vida cada vez perdía más sentido. Entonces, un día, mientras manejaba, choqué. No fue grave. Fue contra un poste; pero en ese momento sentí algo. Por unos segundos volví a ver colores. Diría que ese choque me despertó y volví a sentir miedo y me di cuenta que extrañaba sentir. Llegué a mi casa y le dije a mis papás: ya no puedo, necesito su ayuda, me quiero matar.

Tuve la fortuna que en ese momento mis papás me tomaron en serio. Buscamos ayuda. Empecé terapia y un tratamiento médico. Mi psicóloga me preguntó en terapia: ¿cuánto tiempo te gustaría vivir?, y yo le dije: me gustaría vivir hasta ser muy viejita, pero si me sigo sintiendo como me estoy sintiendo, no quiero vivir mucho más. La recuperación fue difícil, larga y tediosa. En ocasiones pensaba que era más fácil rendirme al impulso de la muerte que continuar intentando, me quería rendir, pero poco a poco volví a sentirme feliz, mis conexiones volvieron a ser reales y volví a soñar con el futuro. Con cada logro recuperaba parte de mi identidad, y crecieron las ganas de lograr más. 

Empecé a tener conductas y actividades positivas y me alejé de las personas y actitudes que me dañaban e impedían mi recuperación. Me mantuve en mi rutina de terapia y tratamiento aunque a veces no veía propósito. Conforme mi vida cambiaba, yo también, o tal vez, yo cambiaba y con eso mi vida. Lo que fuera, las cosas mejoraban. 

Julio 2019, un año y medio después, terminé de depurar mi vida de circunstancias y personas que seguían siendo factores de ansiedad constante. Mi anterior relación, un servicio social donde constantemente se utilizaba en mi contra mi enfermedad mental, hábitos alimenticios consecuencia de mi baja autoestima. Todo eso se quedó atrás. Después de eso, en septiembre del 2019, dejé de tomar medicamentos. 

Hoy, 10 de septiembre del 2020, Día Mundial de la Prevención del Suicidio, puedo decir que ya no tengo pensamientos suicidas. Que la ansiedad y la depresión, aunque aun no han desaparecido, ya no controlan mis pensamientos, decisiones y acciones. No voy a mentir, en ocasiones me siento muy mal, no me siento siempre segura sobre si lo voy a lograr, me da miedo volver a caer, pero, ya no me planteo si quiero seguir viva. Ahora sé que quiero y que vale la pena. 

Comparto esto que es muy personal porque ya estoy lista. Si alguien que está teniendo pensamientos suicidas en este momento, lee mi texto, quiero decirte: yo sé que no es fácil, que el miedo es real, más real de lo que cualquier persona se puede imaginar, que la soledad se siente aun cuando hay mucha gente alrededor, pero a pesar de todo eso, sí se puede, es un trabajo pesado y arduo y no sé si yo ya salí completamente de ese hoyo pero me siento mejor que hace dos años y yo sé que tú igual puedes. En el mundo hay ayuda. En la terapia, en la familia, en las amistades y hasta en la gente desconocida. Cuando sentimos que carecemos de apoyo en algún lado, hay otro lugar dispuesto a ser pilar. 



No le pongas punto final a tu historia. Tampoco ignores lo que estás viviendo. Haz punto y coma. 

Canciones sobre prevención de suicidio (están adjuntos los links)

Les dejo algunos lugares donde pueden acudir por ayuda o que pueden compartir a otras personas. Están adjuntos los links.


Les comparto mis tatuajes a raíz de lo que les conté:
Mi perro, con coronas de laurel alrededor: adopté a mi perro cuando estaba teniendo ataques de pánico todos los días. Siempre he considerado que nos salvamos mutuamente. Mi perrito sufrió de pequeño y cuando fue rescatado estuvo en varias familias, yo le conseguí un hogar permanente con gente que lo ama y lo cuidará para siempre. Él me dio a mi un compañero, un amigo. Cuidarlo y quererlo me motivaron a seguir viviendo. 



Un punto y una coma (con forma de laurel): para representar ese final que contemplé para mi vida pero la coma que decidí ponerle para continuar mi historia. Es un símbolo común para representar que se sobrevivió a las ideas e intentos de suicidas. Me ha sucedido que personas reconocen mi tatuaje y, al saber su significado, me comparten su tatuaje (si es que tienen) y sus experiencias. Creamos diálogo y apoyo. 





domingo, 21 de junio de 2020

Silencio

A veces olvidamos que el silencio otorga.
El silencio es distancia.
El silencio es dolor.
A veces olvidamos que para lastimar basta con callar.
En el silencio se escuchan más fuerte las lágrimas.
En el silencio se siente más fuerte la soledad.
A veces olvidamos que nuestro silencio es tortura.

lunes, 13 de abril de 2020

Su nombre es Dolor


Es la relación más larga que he tenido. Su nombre es Dolor.
Estoy segura de que conozco a Dolor desde el día que nací. Me han dicho que era un día lleno de rayos y lluvia, que yo lloré y lloré mucho.
Yo creo que desde entonces Dolor decidió vivir conmigo y conforme va pasando el tiempo, me ha hecho su hogar.
Dolor no siempre ha sido constante y en realidad a Dolor le gusta aparecerse de sorpresa y de distintas maneras. Cuando era pequeña Dolor aparecía mucho cuando me caía, en las rodillas raspadas, en mi cara con cortadas, en mis manos lastimadas. En mi adolescencia Dolor apareció en forma de un primer abuso. En forma de un primer noviazgo. De una amistad. Se manifestó en mis cambios físicos y en mis sentimientos de inadecuación con todo lo que me rodeaba.
Dolor decidió demostrarme que no me quería dejar. Me visitó de nuevo cuando falleció un familiar y desde entonces no ha dejado mi lado. En la muerte Dolor se encuentra muy presente y en mi vida la muerte es recurrente.
Aprendí lo fácil que es que el Amor se encuentre con Dolor, lo fácil que es que conecten en el camino. Lo fácil que a través del Dolor, Amor realmente es Violencia.
Dolor conoce a mi familia, amistades y pareja; pero en vez de rechazarlas, Dolor les abraza. Dolor también sabe llegar a mi gente querida, también les acompaña; pero Dolor también ha sabido transformar a mi gente querida en puertas de entrada para su visita, por lo que he visto a Dolor con muchas caras y muchos nombres.
Hoy Dolor se regocija porque sabe que no le puedo olvidar. Sabe que ya está muy adentro de mí. En cada lágrima, en cada ataque de pánico, en cada escalofrío, Dolor sabe que yo soy su lugar.
Lo que Dolor no sabe es que ya me cansé. Lo que Dolor no sabe es que ya no puedo más. Lo que yo no sé es cómo deshacerme de Dolor.

viernes, 3 de abril de 2020

Tal vez es una Oda

Escrito el 19 de mayo del 2015.



Laura Marta Guerrero Guadarrama
Humberto Othón (o Humbertón) Rivera Navarro
Esto, tal vez, es una Oda.

Padre y madre de alegría infinita,
Padre y madre que se encuentran en sintonía,
Que con sus conocimientos me llevan a otros mundos,
Que con su vida han protegido la mía.
Agradecer es poca cosa,
Amarlos no es suficiente,
Y pasaré toda mi vida deseando poderles dar lo que me han dado.
Ustedes héroes del mundo real,
Más fuertes que Aquiles,
Más sabios que Atenea,
Y tal vez, más temidos que Zeus,
Son genios de la nueva era,
Criados en la vieja escuela.


Los quiere su hija, a la que más quieren, Miriam.